Llegó a destiempo.
Fuera de hora y de lugar.
Con horas en la espalda y mirada expectante.
Llegó y se acomodó a las horas cambiadas, a los aires cálidos de esta isla pequeñita en su continente.
Y caló hondo. En las calles que lo vieron caminar
en los olores que lo sintieron soñar, en las risas de quién
lo esperó.
Se dejó envolver por la música que tan bien conoce y derrochó carisma y ganas.
Cayó en el embrujo de la tierra, del monte amplio y limpio que le regaló silencios y promesas.
Soñó con los ojos abiertos y dialogó con el tiempo pidiéndole volver.
Volver a esta tierra maravillosa pérdida entre las arenas cuando sopla la calima sashariana.
Y el tiempo escuchó.
Escuchará.