Ayer, estando al borde de la piscina, tratando de mantenerme a flote, vi pasar pies junto a mí.
Me hablaron de un verano que ya se pierde por la esquina, casi dando la vuelta a días de sol, de sal y playa.
Pasaron rápidos, unos grandes, morenos, bien arreglados, de uñas limpias pulidas con esmero.
Esos me contaron de abuelos que caminan ya solos por senderos que no habían recorrido: mucho por arreglar antes de llegar a la edad de jubilación.
Pasaron otros llenos de venas azules hinchadas y me contaron de dolores y cirugías recientes.
Ligeros, delgados y rápidos, pisaron unos de hombros anchos y mirada atlética, con una gran sonrisa de vida nueva, prometedora, llena de horizontes amplios por delante.
Junto a estos, apenas apoyando, unos livianos con un bañador naranja de juventud que hinca los codos para aprobar tesis llenas de hojas y letras indescifrables
Venían despacio, como si de soldaditos se tratase, unos pequeñitos. De apenas centímetros, enfundados en cholitas de colores vivos.que me hablaron de esperanza, de sueños por cumplir, de valores que crecerán con ellos a la par que la mochila del colegio y de sus escarpines en el agua.
Verano de risas, de encuentros, de pérdidas ,de piedras redondas escondidas entre arena que va y viene con la fuerza de un sol de isla
lunes, 17 de septiembre de 2018
martes, 7 de agosto de 2018
sábado, 2 de junio de 2018
Sinfonía de Colores
Cuando abría aquella gaveta, salían de allí recuerdos.
Envueltos en polvo y naftalina.
Los escondí un día.
Aquel que decidí continuar serpenteando colinas.
Sabía perfectamente el color de cada uno. Los había amarillos, como el Araguaney
que me vio crecer, los había azules; esos tonos que me encantan, como las playas infinitas donde mi padre pasaba días embelesado con su caña de pescar y los negros nativos sacaban sus tambores para acariciar las noches.
Los había verdes. Tonos escarlatas que me llevaban a esas frías montañas llenas de pinos y flores donde alguna vez me perdía en excursiones sin rumbo.
También habían recuerdos dorados. Como el sol de las tardes cuando se posaba en la azotea para quedarse y calentaba mis huesos y secaba la ropa que cantaba en las cuerdas.
En el rincón, debajo de los pañuelos, se escondían los recuerdos grises. Nunca dejé entrar a los que eran totalmente negros. Sabía que si los dejaba campar, no se irían de vuelta nunca .
De esos grises me llegaban olores de tardes de invierno, cuando la neblina sonreía abrazando los balcones.
Cuantas cosas guardadas en la gaveta.
Perdí la llave. Un día cualquiera. Ahora la podía abrir y cerrar sin tanta ceremonia.
A veces por las noches, los escuchaba revolverse, apretándose, cuchicheando.
Alguna que otra noche, los dejaba salir
a coger aire. A bailar entre mis libros y la lámpara de la mesilla.
Envueltos en polvo y naftalina.
Los escondí un día.
Aquel que decidí continuar serpenteando colinas.
Sabía perfectamente el color de cada uno. Los había amarillos, como el Araguaney
que me vio crecer, los había azules; esos tonos que me encantan, como las playas infinitas donde mi padre pasaba días embelesado con su caña de pescar y los negros nativos sacaban sus tambores para acariciar las noches.
Los había verdes. Tonos escarlatas que me llevaban a esas frías montañas llenas de pinos y flores donde alguna vez me perdía en excursiones sin rumbo.
También habían recuerdos dorados. Como el sol de las tardes cuando se posaba en la azotea para quedarse y calentaba mis huesos y secaba la ropa que cantaba en las cuerdas.
En el rincón, debajo de los pañuelos, se escondían los recuerdos grises. Nunca dejé entrar a los que eran totalmente negros. Sabía que si los dejaba campar, no se irían de vuelta nunca .
De esos grises me llegaban olores de tardes de invierno, cuando la neblina sonreía abrazando los balcones.
Cuantas cosas guardadas en la gaveta.
Perdí la llave. Un día cualquiera. Ahora la podía abrir y cerrar sin tanta ceremonia.
A veces por las noches, los escuchaba revolverse, apretándose, cuchicheando.
Alguna que otra noche, los dejaba salir
a coger aire. A bailar entre mis libros y la lámpara de la mesilla.
lunes, 26 de febrero de 2018
Heroínas de a pie.
Me pregunto porque empezaron a escribir las mujeres.
Seguramente, sería cuando descubrieron puertas en las jaulas, ventanas en los barcos, salidas en los túneles.
Cuando descubrió, una de ellas, que podía gritar tan fuerte como su garganta le dejara y que volvía el eco transformado en logros, en batallas ganadas, en miedos derrotados.
Y comenzaron a llenar maletas de prejuicios y de miedos para lanzarlos por un abismo sin retorno.
Y afinaron sus voces para gritar claro y fuerte corriendo el riesgo de ser perseguidas.
Escuchando verdades calladas a empujones, miradas vacías que transmiten miedo pidiendo ayuda.
Y volver a llenar metrallas con balas de justicia, aprender a mirar el mundo de otra manera, sabiendo que no somos de nadie..Las medias naranjas sólo son para campos verdes y hermosos que esperan completarse para recoger buena cosecha.
Gritemos, unamos risas, tengamos sueños, enhebremos historias de antes, de ahora, de siempre.
Maestras, ministras,astronautas,amas de casa,abuelas, modistas,escritoras. Nada se escapa cuando decidimos hacernos sentir,
Abuelas en columpios junto a nietos sonrientes.
Soldadas armadas entre balas de injusticia.
Cocineras que mezclan el aroma de la canela con el abrazo calido del pequeño que revolotea a sus pies.
Pescadoras que afilan cuchillos y cañas para enfrentarse a un mar revuelto donde las conchas esperan tranquilas dentro de su morada.
Cantantes, teatreras, bailarinas, prostitutas,maquinistas,azafatas,niñeras,lavanderas,taxistas,planchadoras, camareras, agricultoras, cientificas, esposas, todas ellas donde cabe alma, pestañas, cabellos, tacones, libros,maquillaje, delantales ,faldas, collares, hilos,agujas,telas,batas,paraguas. Todo somos.
Mar y tierra, sol y luna, blanco y negro, sillas y sabanas, caldo caliente y chocolate espeso, retamas floreciendo, lavandas en el patio, gallinas picoteando bajo el sol.
Fuimos, somos y seremos las guerreras de éste mundo, las heroínas de los siglos que pasa sin piedad. Y seguiremos escribiendo nuestra historia. La historia de cada una de las que levantamos el mundo.
Seguramente, sería cuando descubrieron puertas en las jaulas, ventanas en los barcos, salidas en los túneles.
Cuando descubrió, una de ellas, que podía gritar tan fuerte como su garganta le dejara y que volvía el eco transformado en logros, en batallas ganadas, en miedos derrotados.
Y comenzaron a llenar maletas de prejuicios y de miedos para lanzarlos por un abismo sin retorno.
Y afinaron sus voces para gritar claro y fuerte corriendo el riesgo de ser perseguidas.
Escuchando verdades calladas a empujones, miradas vacías que transmiten miedo pidiendo ayuda.
Y volver a llenar metrallas con balas de justicia, aprender a mirar el mundo de otra manera, sabiendo que no somos de nadie..Las medias naranjas sólo son para campos verdes y hermosos que esperan completarse para recoger buena cosecha.
Gritemos, unamos risas, tengamos sueños, enhebremos historias de antes, de ahora, de siempre.
Maestras, ministras,astronautas,amas de casa,abuelas, modistas,escritoras. Nada se escapa cuando decidimos hacernos sentir,
Abuelas en columpios junto a nietos sonrientes.
Soldadas armadas entre balas de injusticia.
Cocineras que mezclan el aroma de la canela con el abrazo calido del pequeño que revolotea a sus pies.
Pescadoras que afilan cuchillos y cañas para enfrentarse a un mar revuelto donde las conchas esperan tranquilas dentro de su morada.
Cantantes, teatreras, bailarinas, prostitutas,maquinistas,azafatas,niñeras,lavanderas,taxistas,planchadoras, camareras, agricultoras, cientificas, esposas, todas ellas donde cabe alma, pestañas, cabellos, tacones, libros,maquillaje, delantales ,faldas, collares, hilos,agujas,telas,batas,paraguas. Todo somos.
Mar y tierra, sol y luna, blanco y negro, sillas y sabanas, caldo caliente y chocolate espeso, retamas floreciendo, lavandas en el patio, gallinas picoteando bajo el sol.
Fuimos, somos y seremos las guerreras de éste mundo, las heroínas de los siglos que pasa sin piedad. Y seguiremos escribiendo nuestra historia. La historia de cada una de las que levantamos el mundo.
miércoles, 17 de enero de 2018
Me sigue contando.
Alicia me susurró de nuevo, que no quiere oír historias tristes, que ha había vivido y escuchado muchas.
Me gusta su piel blanca, casi transparente, sus limpios ojos grises y esa elegancia que ya pesa en esos años que tan bien lleva.
Siguió hablando, casi para ella misma.Pensando en voz alta. Seguramente, ya sabe, que me gusta escucharla.
Recordaba países lejanos que la vieron caminar sin años y con muchas ganas de hacer, de soñar, de buscar, de encontrar. Se veía subiendo a grandes trenes donde cruzaba sitios desconocidos, en busca de cobijo.
Su mente volaba a mercados de colores donde ella dejaba flotar su imaginación entre fruta carnosa y pequeñas tortugas expuestas a la venta.
Había en sus recuerdos, momentos en los que callaba y sólo se contemplaba las manos. Tan usadas, tan maduras.
Yo las veía acariciando dulcemente el cuerpo de un hombre amado, las veía en la pequeña cabecita de un nieto inquieto y también volando veloces por el aire, espantando malos recuerdos y adioses que llegaron pronto. Despedidas inesperadas que la dejaron vacía, con esos preciosos ojos grises, navegando en grises aguas turbulentas.
Y volvía a enhebrar historias donde escuchaba boleros y canciones románticas, mientras en el fuego, hervía un puchero.
Quien le iba a decir que cargada ya de canas, con tantos días sin ganas de seguir, y aquí estaba de nuevo, con deseos de escuchar historias bonitas, de dejar atrás las tristezas. O por lo menos, de no traerlas cada día de la mano. Me gusta su sonrisa limpia, su infantil manera de preguntar si lee bien. Es ella, sin esconder esa ingenuidad que tan bien le queda.
Y es que al escucharla, me escucho. Escucho tantas vidas que han partido por caminos diferentes. Historias por contar que están agazapadas esperando su momento.
Cuéntame Alicia. Cuéntame cómo te enamoraste, como creciste entre arboles de otoño y cálidos mares cruzados a la aventura.
Cuéntame. Tengo tiempo de recrearme en ese gris limpio de tus ojos y de soñar contigo.
Empieza de nuevo y si, tienes razón. No me cuentes historias tristes. Esas las dejaremos para un capítulo diferente.
Me gusta su piel blanca, casi transparente, sus limpios ojos grises y esa elegancia que ya pesa en esos años que tan bien lleva.
Siguió hablando, casi para ella misma.Pensando en voz alta. Seguramente, ya sabe, que me gusta escucharla.
Recordaba países lejanos que la vieron caminar sin años y con muchas ganas de hacer, de soñar, de buscar, de encontrar. Se veía subiendo a grandes trenes donde cruzaba sitios desconocidos, en busca de cobijo.
Su mente volaba a mercados de colores donde ella dejaba flotar su imaginación entre fruta carnosa y pequeñas tortugas expuestas a la venta.
Había en sus recuerdos, momentos en los que callaba y sólo se contemplaba las manos. Tan usadas, tan maduras.
Yo las veía acariciando dulcemente el cuerpo de un hombre amado, las veía en la pequeña cabecita de un nieto inquieto y también volando veloces por el aire, espantando malos recuerdos y adioses que llegaron pronto. Despedidas inesperadas que la dejaron vacía, con esos preciosos ojos grises, navegando en grises aguas turbulentas.
Y volvía a enhebrar historias donde escuchaba boleros y canciones románticas, mientras en el fuego, hervía un puchero.
Quien le iba a decir que cargada ya de canas, con tantos días sin ganas de seguir, y aquí estaba de nuevo, con deseos de escuchar historias bonitas, de dejar atrás las tristezas. O por lo menos, de no traerlas cada día de la mano. Me gusta su sonrisa limpia, su infantil manera de preguntar si lee bien. Es ella, sin esconder esa ingenuidad que tan bien le queda.
Y es que al escucharla, me escucho. Escucho tantas vidas que han partido por caminos diferentes. Historias por contar que están agazapadas esperando su momento.
Cuéntame Alicia. Cuéntame cómo te enamoraste, como creciste entre arboles de otoño y cálidos mares cruzados a la aventura.
Cuéntame. Tengo tiempo de recrearme en ese gris limpio de tus ojos y de soñar contigo.
Empieza de nuevo y si, tienes razón. No me cuentes historias tristes. Esas las dejaremos para un capítulo diferente.
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