Mar.

Siempre me ha inspirado respeto y miedo. Lo veo, poderoso y desconocido, tan inmenso, que navego en lo seco, buceo en la arena y me sala su agua en la espuma tardía que llega a la orilla. Mi padre adoraba el mar. era osado e imprudente, nunca pensó que podría llevarse un susto ni perder bajo su mirada a un compañero de pesca que no pudo luchar contra olas bravías que lo arrastraron y hundieron sin avisar.
Muchas  veces en pequeñas lanchas, cruzamos de un sitio a otro para quedarnos infinidad de días en tierras solas a merced del viento y de  noches frías, rodeados de mar .
En esas travesías, nadaban a nuestro lado enormes peces indicándonos el camino...y el peligro.
Le temo;  pero me encanta oir el batir de olas que rompen en la orilla y descansan despues de navegar profundo.Me embelesa  dormitar en la arena  y acostarme con los ojos cerrados dejándome mecer por salitres que cuentan historias escondidas en caracolas.
Siempre este mar, me trae a la memoria a Alfonsina la que se dejó arrastrar por las melodías que la reclamaban desde el fondo.
Recuerdo las aguas cálidas del inmenso país que dejé atras y el sol caribeño que las bañaba.
Me suena apasionante, poderoso, brutal...mar....mar.

Y me imagino a Neruda sentado en su escondite de Isla Negra rodeado de conchas y caracolas escribiendo sin horarios contemplando el ir y venir de las aguas.