De mis años de niña, quiero quedarme con los juegos verdaderos de mi madre, que, a falta de muñecas caras, me hacía juntar un puñadito de piedras más o menos del mismo tamaño y me enseñaba a hacer "chiqueritos" donde dejaba una o dos piedrecitas dentro del circulo para que sirvieran de animalitos, como bien dice el dicho: cada maestrillo enseña con su librillo.
Yo jugaba contenta con aquello, simplemente era felíz.
Fueron buenos años, aunque me lleguen a ráfagas, fuimos hijos, hermanos felices, jugando con lo que había y creciendo en un país con un sol brillante y distancias kilométricas.
En la entrada, nos recibía cada día un patio lleno de flores cuidadas por mi madre, de golpes de martillo de mi padre que siempre estaba haciendo algo, de mi hermano haciendo roncar los motores de cualquier cosa que cayera en sus manos y de aquella niña que atesoré pasando minutos en un balcón enorme que me prometía islas lejanas llenas de sol y retamas.
Lenita, de esos "chiqueritos" creo que tengo un buen puñado. Muy linda esa palabra. Y muy buenos recuerdos de una infancia cándida. También recuerdo colocar la comida dentro para esos animalitos que, imaginativamente, necesitaban comer y beber. ¿Y qué hay de las pequeñas casas hechas también de la misma manera?. Ingenios que no costaban nada y hacían las delicias de los niños. Tiempos, tiempos. Un saludo Lenita.
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