Ahora saben que por las tardes, deben acercarse a la ventana y mirar afuera.
Los aplausos empiezan y las manitas danzan
en el aire como si fuesen pájaros volando libres,.
Estos días de juegos, de canciones, de compañías constantes han creado un ambiente tibio, grato, bonito para acariciar.
No hay guardería, no hay amigos de momentos, estarán en sus casas seguramente asomados también a sus ventanas.
Huele a comida de casa, a muñecos antes guardados, a rompecabezas de gavetas, a masa para pan, a huevos batidos para tortilla.
Es una realidad diferente.
Gusta, porque llega hondo. La cercanía, las risas amadas y los abrazos seguidos son un bálsamo que se agradece.
Afuera, los parques esperan, la señorita sonreirá generosamente cuando volvamos y nuestras manos habrán crecido algunos centímetros, como nuestro corazón. Tanto cariño, lo agranda.
Pablo, Izan y Agora lo saben y sonríen agradecidos.
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