La Casa
Estuvo cerrada mucho tiempo.
Allí dormían los fantasmas antiguos dentro de los muros secos.
El viento llegaba por las noches, buscando agujeros por los que reptar. Y se colaba por las ventanas viejas que aún, echaban de menos a la gata, que por allí se asomaba.
Mi madre me decía que no era bueno acercarse a la casa. Que a los fantasmas, hay que dejarlos en paz. Que no trae nada bueno, revolverlos ni intentar traerlos a nuestro lado, de vuelta.
Pero yo seguía pasando noches de vigilia en el camino que me llevaba hasta ella.
No sé si quería dejar entre las frías paredes, a los fantasmas que, ahora, sin buscarlos, siguen rondando mis pasos.