El perdón tocó la puerta
anoche.
Mientras la pardela
calentaba su nido.
Me tocó el hombro desnudoY casi me obliga a mirarlo.
Dudé.
Por él. Por mí.
Faro
A veces el faro se queda solo, aislado, sin aire.
Atrapada en un tiempo, la luz por momentos parpadea, amenazando
extinguirse.
Y es que el faro resiste, aguanta los embates de las olas,
la mordedura de los cangrejos, los coletazos de las sirenas,
pero nadie pregunta por el alma del faro.
Cuándo le duele
Cuándo mengua
Cuándo quiere apagar su brillo y no seguir alumbrando...
Vueltas
En esas cajas que guardo, sin sentido, con cosas de otros tiempos,
los encontré esta mañana.
Besos y abrazos en tarjetas entregadas en algún día soleado.
Unas están en una cursiva hermosa. Larga y ligera como una gacela en plena huida.
Otras letras son como una procesión de hormigas. Muy juntas, casi abrazadas.
Fueron y vinieron de mano en mano.
Alguna por avión, cuando esa espera era tan necesaria y nos daba un soplo mas de vida.
Y la vida pasó. Pasaron los días sin esos besos y abrazos.
Unos llegaron a tiempo.
Otros, se quedaron por el camino.
Donde que quedan esas cosas que no sabemos, si podremos recuperar algún día.
Allí sigo guardando
las cajas. Por si acaso.
En cada camino
hay añoranza tejida en aceras frías,
levitando en noches rojas,
apretadas,
sin aviso
y se fueron simples
como un deseo.
Cada noche es un alcaraván que vuela sobre los manglares olvidados.
Espejos sin reflejos en un mundo donde oigo los pájaros afuera
otros,
no los de ayer, perdidos ya,los nuevos e inocentes silbos. Y no sé si son pájaros
si alguien más los sigue oyendo
a media vida bajo una tierra sin sol.
Deseo
retener la voz salvaje de cada mujer que
habita en mi.
Grito, antes de que los árboles se alejen.
La cerca
¿Dónde quedaron las flores?
¿Dónde las trinitarias y las rosas encarnadas del patio?
Perdida quedó la espesa bruma
que bajaba reptando
anclándose en las agrietadas macetas.
Sobre el cemento, las huellas de esos
pasos que no volverán.
Ni la iglesia cercana
ni la bodega oliendo a especias
ni tus manos pecosas llenas
de tierra.
Huyeron por las rendijas del tiempo
junto a los árboles que no regaste
Junto a esas pisadas nocturnas que huelen
a tu tabaco y café de las tardes.
Ahora, sólo hierbajos tras ella.