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lunes, 14 de enero de 2019

Bocas Abiertas

Al pasar junto al contenedor de la basura, estaba allí, en un suelo áspero y sucio, una caja grande llena de zapatos tirados de cualquier manera.
Detuve mis pasos y la miré.
Todos con las bocas abiertas, colores chillones junto a  otros sin apenas brillo.
Parecían gritar, hablar desde las costuras, soltarse de las trenzas ya sin lazos. estaban mezclados pero creí adivinar que los mas nuevos tenían la boca mas cerrada. Habían sufrido menos.
Eran menos sus pesares y los caminos dejados tras de si.
No era cómodo codearse de pronto con otros agonizantes de boca inmensa llena de grietas, con dobleces profundas que gritaban muchos kilómetros de recorrido.
Allí en aquella caja oscura encontrada en cualquier parte, todas las bocas callaban.
Todas eran iguales.
Hasta las suelas de goma alta quedaban a la altura de los finos tacones dorados de las señoritas del Moulan Rouge.
Quise seguir mi camino pero sin pensarlo, descubrí que la caja tenía un agujero por una esquina y por allí asomaba uno rosa con un lazo medio aplastado. Pequeñito.
 Su boca apenas respiraba.
El piecesito que algún día lo calzó apenas habría crecido. y allí dormía ahora, con los caminados, con los de enormes fauces moribundas, con zapatillas gastadas de cualquier abuela que con una roja
mueca de payaso burlón recordaba lo importante de caber juntos en una misma caja.

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