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domingo, 13 de mayo de 2012

Mi espera.

Ernesto me invitó a ser su novia aquel día mientras merendamos bajo las ramas del naranjo. No lo pensé mucho, me desnudé de miedos y temores y le ofrecí lo que mi menudo cuerpo escondía.
 Fueron buenos tiempos, llenos de risas y lápices de colores, de recreos esperados y mañanas brillantes.
 Bajo aquel naranjo, me prometió volver de esa implacable batalla que lo llamó al frente. Todavía hoy espero su regreso, adivinando cartas que no llegaron, promesas que no se cumplieron. Me siento cuando cae la tarde bajo el aroma cercano del naranjo que planté en mi patio y, adivino en las manos regordetas de Tito, las suaves manos de su padre cuando escribía poemas para mi.
 Y allí.....esperamos.

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